En el año 1954, mi familia se mudó a Buenos Aires desde Catamarca y nuestra primera residencia fue el Hotel Castelar,
en Avenida de Mayo 1152, Buenos Aires. Ya para esa época yo tocaba el piano, tenía curiosidad por la música "sincopada" y mis aventuras pianísticas me llevaban a imitar a Washington Bertolin tocando foxtrots. En la confitería del Castelar, tocaban casi todos los días Pedrito Bustos y Los Mariscales. Me pasaba las horas escuchándolos, hasta que un día me animé
a pedirle a Pedrito que me "enseñe a tocar jazz". Subimos al entrepiso del hotel, donde había un discreto piano de cola utilizado para los casamientos y fiestas. Ahí, Pedrito atacó el teclado tocando La Banda de Alejandro estilo Ragtime. Me quedé
congelado ¿Cómo era posible tocar algo tan lindo? Le agradecí esa única lección.

Meses después nos mudamos a Rodríguez Peña 1875, 1º “A”, donde en un flamante piano vertical, comencé mi vida de músico de jazz. Un día, un amigo, Lucky Rouzaud, que no era jazzista, me habló de un pianista que tocaba fenómeno, un "tal" Jorge Navarro. Le pedí que me lo presente y nos encontramos Lucky, Jorge Navarro y yo en la casa de Enzo Burgio, en la Calle Arroyo. Cuando Navarro se sentó en el piano y tocó los primeros compases de Sweet Georgia Brown, no pude creer lo que estaba escuchando, cuánto swing! Poco tiempo después, mis viejos compraron un "combinado" Phillips. Salí corriendo y compré lo primero que encontré en LP: Bill Haley y Sus Cometas. Por supuesto que Bill Haley no era suficiente, así que ahorré unos pesos y compré el disco "Study in Brown" de Clifford Brown... y ahí, cambió mi vida para siempre. Casi simultáneamente Gillespie tocaba en Buenos Aires, pero todavía, debido a mi falta de formación jazzística, era para mi solamente un trompetista más con su orquesta.

Estaba estudiando - es un decir - el secundario en el Colegio Sarmiento en Cinco Esquinas, y tenía como compañeros de "estudio" a Jorge Demonte, Rafael Iglesias, Hugo Sofovich y Jorge Calandrelli. Cuando escuché a Jorge Calandrelli por primera vez, fue como si hubiera llegado al borde del Cañón del Colorado y de repente viera el paisaje. Sus armonías y solos eran increíbles. Pasamos muchas horas juntos, y tocábamos a veces a cuatro manos y más adelante piano y flauta, cuando me compré ese instrumento en 1958. Dijo el pianista-organista Horacio Larumbe respecto a la música que tocábamos fuera de nuestro trabajo de músicos:
"Tocábamos cosas extrañas, experimentales. Nos juntábamos en la casa de Jorge Calandrelli. Había tres pianistas, pero ninguno tocaba el piano: Calandrelli tocaba la guitarra, Fernando Gelbard  la flauta y yo el clarinete. Los días de semana a la madrugada en los lagos de Palermo no había nadie. Íbamos en el auto de Fernando y nos tirábamos en el pasto a tocar. Una vez nos agarró la lluvia y nos metimos todos de vuelta en el auto. Fernando tocaba la flauta y manejaba con los codos. Había algunos tirados en el suelo, tocando."

Todos esos recuerdos son una nebulosa cronológica… pero, hubo un primer trabajo, cuya historia es la siguiente: algunos vagos del Colegio Sarmiento nos reuníamos en el salón de música a ensayar para una fiesta de fin de año que no existía. Tocábamos jazz hasta que entraba un celador y ese jazz se convertía en el acto en la Samba de Vargas. De alguna forma apareció una guitarra, que tocaban alternadamente Jorge Calandrelli o el Negro Demonte (quien recién estaba aprendiendo....de oreja). Cada tanto Rafael Iglesias, un jóven atildado y "petitero" (con camisa, corbata, trabita en el cuello de la corbata y pantalones ajustados), cantaba un tema de jazz en inglés… o por lo menos sonaba en inglés. Chachi Chiavazza tocaba escobillas sobre una silla. Un día… milagro!!! Nos sale un trabajo… Una amiga de una prima de la tía de la hermana de Chachi Chiavazza se casaba y necesitaban una orquesta para animar la boda. Sería en una isla del Tigre, a la tarde. Pan comido. Por supuesto no nos pagarían nada, pero podíamos comer lo que quisiéramos. Negocio redondo! Ensayamos como locos y llegó el día de la fiesta, con algunas novedades inesperadas: en la isla no habia piano… Ningún problema. Mi tía Lía tenia un acordeón a piano pequeño que utilizaba para pasar papelones en las reuniones familiares. Me lo prestó. Llegó el día del trabajo!!! Nos encontramos todos en Las Heras y Ayacucho para tomar el colectivo 60. A una hora ridícula de la mañana aparecimos yo con el acordeón. Chachi Chiavazza con un redoblante (tambor) platillos y el bombo. El Negro Demonte con la flamante guitarra eléctrica que se había fabricado él con su correspondiente amplificador y Rafael Iglesias, el cantante, sin nada. Parecíamos refugiados de una inundación… Llegó el colectivo y el colectivero, apiadándose de nosotros nos dejó subir. Después de más de una hora de viaje llegamos a Tigre. Ahí teníamos que tomar una lancha hasta la casa donde se celebraría el himeneo. Subimos a duras penas en la lancha con el acordeón, el bombo y el amplificador...y después de navegar un rato larguísimo, llegamos a la isla. Ya en la lancha, comenzamos a ser molestados por los mosquitos. Al llegar a la isla, la molestia se convirtió en un verdadero ataque de la Luftwaffe que no cesó nunca. Cuando descargamos los bártulos y fuimos a instalarlos, nos dijeron que no había electricidad… así que, nuestro show consistió en acordeón, tambor con bombo y platillos, canto y guitarra sin amplificación. Por suerte todos eran sordos musicalmente y no nos negaron la comida. Al anochecer, cargamos todo en la lancha y repetimos el viaje en el colectivo 60. Habíamos triunfado.

En 1956, Lalo Schifrin tocaba con su quinteto en Le Roi, un boliche en la Avenida Córdoba. Estaban con Lalo, Rubén Barbieri en trompeta, Leandro Gato Barbieri en saxo tenor, Alfredo Remus en bajo y Oscar Mazzei en batería. Un día le pedí a Lalo que me deje "tocar un temita". Me acuerdo que toqué "Sometimes I Am Happy". Lalo se me acercó al final, me dijo "Muy bien pero tenés que escuchar más a Horace Silver". Tenía razón y nos acordamos de ese momento 20 años después cuando nos reecontramos en Beverly Hills y dimos comienzo a una gran amistad y escapadas musicales que disfruto hasta hoy en día.

A la vez que yo trataba de ser un músico de jazz, mi viejo, Jose Ber Gelbard alias "El Burgués Maldito" (ver el libro de María Seoane del mismo título) trataba, con buen tino, de hacerme un empresario como él. No solo me hacía la rata (faltaba) al colegio, sino que no trabajaba e insistía en
ser músico. Mis necesidades laborales me llevaron a hacer cambios en "El Bajo" en los boliches con marineros y coperas, donde había en general presupuesto para un pianista y en algunos casos un contrabajista. Pocho Artaza, Carlitos Abad
y otros bajistas me acompañaron muchas veces. En algunos piringundines había conjuntos más grandes. Me acuerdo los nombres de algunos boliches: Texas Bar, Silvio's Bar, New Inn, donde en una época tocó un cuarteto integrado por José Wisenberg en piano, El Flaco Lopez Ruiz en bajo, El Chivo Borraro en clarinete y Pichi Mazzei en batería. El dueño de New Inn según me enteré después, era el ex-Comisario Martínez, de la Policía Federal, con un gran corazón sensible que amaba el jazz y la buena música. Había un lugar en Viamonte, casi 25 de Mayo donde trabajaban Horacio Larumbe con el cuarteto de Mauri Trajtenberg. Los días que yo no trabajaba (la mayoría) me iba de visita al bajo y me quedaba a escuchar a Horacio. El conjunto acompañaba el show, donde se presentaban "La Bella Mambito", una bailarina regordeta que también trabajaba de copera y otros números como, "Murphy, Zapateador Americano". Murphy, quien se llamaba a si mismo Murpy (sin pronunciar una efe), era flaco como un esqueleto y según decían, era un refugiado de la Segunda Guerra Mundial. Digamos que no zapateaba muy bien y cuando lo hacía en el show, Horacio Larumbe le dictaba cartas como si fuera una secretaria tipeando en una máquina de escribir 'muy señor mío, tengo el agrado de dirigirme a Ud. para solicitarle...". Murphy se daba cuenta y doblaba la cabeza y le farfullaba a Horacio "la puta que te parió".

En los 60's, fue la época de Jamaica, el increíble boliche de la calle San Martín del cual era dueño el mismo ex-funcionario de la Policía Federal, el Comisario Martínez. Este hombre alto, elegante y simpático, con un bigotito finito, nos dio a los músicos de jazz argentinos un regalo inconmensurable. En Jamaica actuaron, pagados, noche a noche, músicos del calibre de Baby Lopez Furst con el Negro González y Néstor Astarita, El Gato Barbieri, Sergio Mihanovich con Oscar López Ruiz en guitarra, y los jazzistas honorarios, Los Maestros Horacio Salgán y Ubaldo de Lío. Pocos boliches en la historia del jazz argentino tuvieron tal calidad concentrada por tanto tiempo.  Yo le hacía los cambios a Baby López Furst, así que muchas veces toqué con el Gato, el Negro González y Nestor Astarita. Siempre había muy poca gente en Jamaica, donde Rudy, el simpatiquísimo barman nos regalaba una Coca Cola de vez en cuando. Afuera, cuidaba la puerta el ex-boxeador Luengo, quien, como todo un profesional me dejaba entrar en Jamaica cuando trabajaba. Si no trabajaba, no me dejaba entrar, un día hasta me amenazó con pegarme una trompada. No lo culpo, en ese lugar solo se admitían caballeros con dinero, y yo en 1960, era un pibe sin un mango. Mi gran amigo y magnífico pianista Enriquito Ibarguren, un verdadero gentilhombre, no solo podía pasar la barrera de Luengo, sino que hacía honor a la industria licorera escocesa, gentileza de su abuelita… pero esa es otra historia.

Así pasaron los días y los años. Fuimos a lo de Carlitos Tarsia cada miércoles y domingo, de 20 a 24 horas a tocar jazz. Por su departamento de Ayacucho y Posadas pasaron todos los músicos de jazz argentinos y muchísimos músicos extranjeros que actuaban en Buenos Aires. Desde los Double Six, Count Basie, Eddie Lockjaw Davis, Sam Jones, Frank Collett, Monte Budwig, Gary Burton, Steve Swallow y muchos otros que gentilmente tocaron con nosotros. Los habitués de las pizzas en lo de Tarsia eran muchos. Ahora nombraré los que recuerdo, después agrego más. Carlitos Franzetti quien luego emigró a USA donde hizo una magnífica carrera, Coco Pérez, Pipo Troise, Pinocho Mitchell (que trataba de levantarse a todas las esposas y mujeres en general, sin éxito), Rodolfo Puetz, los hermanos Alonso, Jaime Prats, Eduardo Blasco, Enriquito Ibarguren, Fernando Brea y muchos otros.

El primer disco en serio que grabé fue "El Nuevo Sonido del Chivo Borraro" con  el Chivo en saxo tenor, Alfredo Remus en bajo y Eduardo Casalla en batería. Lo produjo Horacio Malvicino y lo grabó Osvaldo Acedo en Estudios ION en 1966. Después vinieron otros discos, muchos conciertos, jam sessions y anécdotas que espero ir acordándome. En 1976 emigré a USA, y comencé una segunda carrera musical como músico y productor de discos, pero eso, como la abuelita de Enriquito Ibarguren, es otra historia.

Fernando Gelbard

Beverly Hills, California, USA
Febrero del 2002/(rev)Abril del 2014


© 2002 Fernando Gelbard


Escribe Fernando Gelbard

MI BUENOS AIRES QUERIDO Y EL BEBOP
Jorge "Negro" Demonte y Fernando Gelbard en 1955